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Cultura Guarani

Apuntes sobre el Club de Lectura del Ayvu Rapyta con Gloria Scappini: El guaraní, una palabra soñada

Fotografía de Bartomeu Meliá. El Guaraní. Experiencia Religiosa

…..

 

Capítulo IV

Se está por dar asiento

a un ser para la alegría de los bien amados

Oñemboapyka pota jeayu porãngue i rembirerovy’arã i

1

“Cuando está por tomar asiento un ser que alegrará

A los que llevan la insignia de la masculinidad,

El emblema de feminidad,

Envía a la tierra una palabra-alma buena para que se encarne”

Dijo Nuestro Primer Padre

A los verdaderos padres de las palabras-almas de sus hijos

2

“Por consiguiente,

La que a nuestra tierra enviares

Palabra-alma buena para que se encarne,

En esta forma le aconsejarás discretamente repetidas veces:

Bien, irás tú, hijito de Ñamandú

Considera con fortaleza la morada terrenal;

Y aunque todas las cosas, en su gran diversidad, horrorosas se irguieren,

Tu debes afrontarlas con valor”

 

El guaraní, una palabra soñada

Los versos del Capítulo IV del Ayvu Rapyta nos adentran en un universo donde la palabra soñada se manifiesta en actos poéticos, entrelazando lo divino con lo terrenal. Esta concepción única del ser humano revela una conexión profunda con lo espiritual. Los dirigentes espirituales determinan el origen divino de estas palabras, marcando así un destino único para cada individuo. Sin embargo, los versos también reflejan la lucha entre el bien y el mal, recordándonos las consecuencias de transgredir las normas. Nos invitan a reflexionar sobre nuestra existencia y el significado de ser una palabra-alma encarnada.

Bartomeu Meliá escribía en El guaraní, una experiencia religiosa: “Desde su misma concepción como persona, el guaraní es una palabra soñada. Cuando un hombre y una mujer se unen sexualmente, son apenas la ocasión para que se dé ese acto poético mediante el cual la palabra soñada por el padre es comunicada a la futura madre, que de este modo queda grávida de esta misma palabra. El hecho de ser engendrado y concebido un ser humano es designado metafóricamente por los Mbyá con la expresión: oñomboapyka “se dá asiento”, con clara alusión al modo como Ñande Ru, “Nuestro Padre”, se sienta en su banquillo ritual, iluminándose a sí mismo en medio de las tinieblas. La concepción del ser humano no se diferencia en su forma del acto místico por el cual el chamán guaraní, en su sueño, recibe la palabra que se da asiento en él, el chamán, sentado en su banco ritual, en su “tigre” de cedro, queda preñado de una palabra que es concebida, es engrandada y nace como lo haría un ser humano.”

Poética en sí misma, la concepción es a su vez objeto de poesía:

1

“Cuándo se está por tomar asiento

Un ser que alegrará a los adornados como hombres

A las adornadas como mujeres,

Enviarás a nuestra tierra

Una palabra hermosa para que en ella ponga el pie”

Estos versos nos presentan la noción de que procedemos de un paraíso divino. Como si tuviésemos una misión, un propósito que nos guía en nuestro transitar por el mundo. Nos dicen que somos parte de algo que va más allá de lo terrenal y que cada uno tiene un lugar predestinado. Estas ideas resuenan en mí porque evocan un pasado en el que creía en la existencia de un propósito divino en la vida, creía en un paraíso divino y en un Dios que nos daba una misión, para afrontar la vida con grandeza de corazón, con valor, al igual que las palabras-almas procedentes de un origen divino. Esto refleja la noción de religión como un marco moral y ético que proporciona respuestas a interrogantes sobre el significado de la existencia.

La concepción del ser humano, narrada con una poética sublime, invita a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza. Somos palabras soñadas por lo divino, gestados en el misticismo de un acto poético que trasciende lo físico para abrazar lo espiritual. Como el chamán en su sueño, nos vemos preñados de una palabra que nos define, nos moldea y nos impulsa a cumplir nuestro destino.

Según las recopilaciones de León Cadogan, los dirigentes espirituales de los mbyá, que pueden ser hombre o mujer, determinan de qué región del paraíso provienen las palabras-almas que se encarnan en los de su tribu, encienden la pipa, soplan echando humo sobre la coronilla del niño/a y comunica a la madre el patronímico sagrado que le corresponde. Este nombre, parte integrante del ser que con él se designa y que lo acompañará hasta su muerte, se llama ERY MO’ÃA “aquello que mantiene erguido el fluir de su decir” La recepción del nombre es una parte fundamental en la vida de un guaraní, ya que su nombre, lo destina a cierta misión en la vida.

Sin embargo, algunos versos también ponen de manifiesto la rigidez de los códigos morales y éticos, especialmente cuando se enfrentan a situaciones como el adulterio. La negativa de los dioses a dar nombre a una criatura concebida en estas circunstancias, es decir, de proveerle “aquello que sostendrá erguido el fluir de su decir” condenándola a una muerte prematura, refleja las duras consecuencias de transgredir las normas establecidas. Esta dualidad entre el bien y el mal, presente incluso en un libro con una belleza poética y una profundidad filosófica como el Ayvu Rapyta, lleno de amor, también da lugar a sus propias batallas entre el bien y el mal.

18

“La criatura a quién se está por dar asiento os pondrá a prueba:

Esta tentación debéis afrontarla con fortaleza

No cedáis a los deseos ociosos que os acosen

19

Pues a fin de que os desviéis,

Hará que dirijáis miradas vedadas a otras mujeres,

A otros varones.

Pues bien, esto lo digo sabiendo que lloraréis viendo al niño enfermo de gravedad

20

Por obstinaros en violar este mi mandamiento

Clamaréis el uno al otro, lamentando la pérdida de aquel

A quién se tuvo la intención de dar asiento para alegría vuestra

Al reflexionar sobre estos versos, noto similitudes entre la noción de ser hijo de Dios y la idea de ser una palabra-alma encarnada procedente de un paraíso divino. En muchas creencias, el ser hijo de Dios confiere una posición casi divina, al igual que las palabras-almas de origen divino. Estas palabras-almas divinas están preparadas para afrontar los desafíos de la vida con grandeza de corazón, desde edad temprana se le inculca al joven mbyá la necesidad de dominar a “mbochy” o “pochy” el ser colérico, el enojo, la cólera. (Cagodan, 1959)

Leer estos versos es una mezcla de emociones como nostalgia, contención y desafío. Recuerdo con nostalgia aquellos días en los que confiaba en un Dios que nos otorgaba una misión y un destino, una sensación de ser guiado por una fuerza divina. Esa fuerza divina que nos orientaba a enfrentar los desafíos de la vida con valentía y grandeza de corazón.

Sin embargo, no es posible ignorar la rigidez de los códigos morales y las consecuencias severas para aquellos que transgreden las normas. Lo cual hace que muchas veces nos sintamos atrapados/as por expectativas y juicios externos.

Los versos del Ayvu Rapyta nos conducen a una profunda reflexión sobre nuestra existencia y el significado de ser una palabra-alma que ha tomado forma. Nos invitan a soñar, que más allá de las adversidades, albergamos en nuestro interior, al igual que Ñamandú, la llama de lo divino.